Damián Ríos





Nació en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, Argentina, en el año 1969. Desde 1991 vive en Buenos Aires. De profesión editor, se ha dedicado a la literatura y se considera un poeta aficionado. Entre sus libros: La pasión del novelista, De costado, El perro del poema y Como un zumbido. También publicó una breve novela: Habrá que poner la luz.


Como Un Zumbido
Un poema bien pensado

para mi amiga, Cecilia Pavón.


Te habías enamorado de otro chico y tenías el problema de qué hacer en esos casos. Lo resolvías poéticamente. Había un pizarrón y dos nombres y una serie de características -las buenas, las malas y la “depende de”- que estaban escritas una debajo de otra; en la otra mitad del pizarrón, escritos en letra clara, los dos nombres en cuestión encerrados por dos redondeles; uno verde, el otro rojo. El poema era eso: sacabas flechas de colores que hacían corresponder las características con los nombres. Las características eran muy adecuadas y cada una podía definir por sí sola al cuestionado. Hablamos de nombres muy cuestionables en la medida en que señalan a alguien que va a pasar un tiempo con nosotros. Había características en la que confluían el rojo y el verde y había otras que no, que eran señaladas por uno solo. Y estaban las que no las distinguía ninguno, tal vez porque el estudio no había concluido.
Faltaba el amor, es verdad, pero al lector le quedaba claro que el amor no estaba escrito simplemente porque redundaba. Así pensado puede pensarse en un poema frío, anglosajón, pero era extraordinariamente arrobador; primaba la certeza de que al terminarlo el lector y vos habrían tomado la decisión adecuada y entonces leerlo era un alivio. Una utopía, un verdadero poema.





Una Pelota Cuesta Abajo

Esa vez clavé la miradaen el bajo envuelto en nieblay me quedé un rato largocolgado de eso verde y blancohasta que se me humedecióel pelo. Después me di vueltapara encarar la subida.
Ahora a veces me hago
el loco, pierdo el corazón,me quedo callado conla vista clavada en un punto sólido,hasta que me saca una puteada:se me cae el cigarrillo,el cenicero, los pensamientos se desparraman
en el piso de tierra,
en la alfombra...entonces vuelvopara hacer un comentario,para tranquilizar a mis queridos.Pero sé quien soy, lo sé, cierro
los puños, me revuelco,me arrastro, rompo un plato, un libro.No puedo parar el llanto de una mujer,no puedo parar de llorar,nunca tuve huevos,estoy triste ¿Cómo anda la cosapor ahí? ¿Estás bien? Te quiero mucho.Quisiera quedarme tranquilo, prepararel mate, llamar por teléfono, no pensar,
no despabilarme, son órdenes:levanto la vistamiro el cielorrasocuento los pisos de los edificios las ventanasla cantidad de gente en una esquinaen un piqueteen un colectivo28 sentados22 paradosel chofer.Y me pica el cuero,me molestan los mosquitos,los bichitos colorados,el zumbido de los semáforospara ciegos,el olor a pasto,
con el primer rocíome dicen holafeliz cumpleaños y me besan. Entonces bajo la vista para mirarme el café con leche, el olor a ropa nueva.
Me gusta pensar que soy
una pelota cuesta
abajo en una calle de tierra
en una mañana fresca y clara.
Me cuesta pensar que soy un pensamiento.


La Misma Luz En Todas Partes

Este es un poema dedicado:
Marina, Julia, Germán, Mariano.




Empecé otro sobre bichitos de luz, aviones y ruidos de gente sola que se conecta
a cualquier hora o llama por teléfono y todo se mezcla con el pedo de mi viejo un verano a las tres de la tarde, cuando no es mi viejo todavía, es mi papá, y falta un rato para que empiece a entender,tengo los pies metidos en el barro. O las luces de los aviones o las de los bichitos de luz, o las que se reflejan en las caras de los que hacen fuerza con los dedos,
los codos, los hombros y teclean: serán las tres? Son las tres o las diez, hay sol, en algunas partes soy el uno que se ceba un mate en un pe hache en planta baja, arriba duermen ellas,
se dan vuelta, me tropiezo con un zapato,
pateo una caja de pastillas,
está oscuro. Ay, cómo me duele la nuca de tanto mirar de los aviones las luces de los bichitos que andan al ras del piso y se apagan, allá está, no, está allá, está:
el movimiento para agarrar un bichito de luz debe ser armónico y estudiado,
inclinando apenas los hombros y pensando vas a ver
bichito, vas a ver. Después, cerrar las manos como un cuenco para estudiarlo. Si se prende es porque está asustado, si se apaga es porque está buscando novia y piensa que para buscar novia hay que ser medio canuto.
Ay, esa rama de sauce que una tarde mete y saca del agua mi viejo, hace calor, sigue sentado con el agua hasta las rodillas al lado del titi, su mejor amigo, me acerco y los miro. ¿Están en pedo? Sí, están en pedo.

Todos merecemos estar en pedo. Todos merecemos estar en pedo.
Todos merecemos estar en pedo.

Ayyy, cómo me duele la nuca de tanto mirar aviones, luces, no es verano, es primavera y el cielo está más negro que nunca las estrellas esplenden porque la luna se ve entera exactamente al otro lado del mundo, o no, donde un joven maestro chino la mira brillar y piensa con desdén en los que están de este lado, tengo los pies en el barro frío y de abajo brota un olor húmedo y verde,
quiero fumar para secarme la boca.
El piloto, el copiloto y la azafata cruzan el cielo manejando y ven apenas un manchoncito de luz que viene a ser el pueblito dónde mamá me dice que
qué ando haciendo en el bajo a esta hora,
cazando bichitos enamorados, mami,
los tripulantes me miran desde la cabina
y soy esta sombra buscándole la vuelta a su poema, se me va de la cabeza, mi viejo no deja de sorprenderse mientras mete y saca la rama del agua, le pone el ojo, digamos, y después lo mira al titi que asiente y mi primo me codea
(están en pedo, dice)y a mí me gustaría poder contar ahora una historia, sólo para ser bueno,
sólo para salvarme, que tiene a una chica apenas iluminada por el resplandor de su pantalla a las tres de la mañana, el pelo negro. Le gustaría estar durmiendo para responder al otro día: estoy bien. En una casa que no es su casa, se mueve, va a su cuarto de dormir sola,
¿hay una escalera?, corre algunos libros y abajo la pantalla se apaga, pac, automática.
Y mi viejo que vuelve a sacar la rama del agua, está en cuero, el titi tiene la camisa desabrochada medio flameando, al contrario de sus rulos, firmes, ¿se quedará pelado
en alguna parte de este poema que va, viene y no sabe para donde agarrar?
El uno baja al chino a comprar cigarrillos y con la primera pitada se empieza a llenar toda su casa de luz, es decir que los dientes, los pulmones, el corazón del uno brillan en la oscuridad y le hace señas de luces al piloto diciendo ey, entregá la azafata que acá abajo, nunca, dice el piloto, acá estamos iluminados por las luces del tablero.
La chica de nuevo baja las escaleras
haciendo el ruido de la noche. El ruido de la noche es igual y distinto en todas partes: es el ruido del teclado, de las ranas, de las puertas, del ventilador de la cpu,
de la respiración pesada de los que duermen bien,
de la liviana de los que duermen mal,
de los ojos bien abiertos de
los que no pueden dormir yagarran un cigarrillo con la mano izquierda y con la derecha el encendedor, e inclinan apenas las cabezas que ahora también resplandecen, débiles.
Buenos Aires es un panal
de bichitos en el horizonte.
Que lo parió, dice mi papá, y me mira. Se apaga el sol, la siesta entera queda a oscuras, y sólo mi papá y yo, iluminados, empezamos a explicarnos con los pantalones arremangados, y una rama en la mano que entra y sale de lo oscuro por la que sube un caminito de hormigas
que después de estar un rato
abajo del agua sin respirar, no se ahogan.
No se ahogan. No se mueren.
¡Es raro!

¿Entendés?


todos merecemos estar en pedo

todos el uno el miguel la guadalupe la chichita la cecilia la cecilia la cecilia la cecilia lupe eleonora el chichí el puto elías el todos taco julia gaby fernanda josé silvia ilona todos ilu uli merecemos marina todos merecemos germán mariano nico estar julia marianino juancito ariel en pedo todos merecemos papá estar todos merecemos estar mamá en pedo

Todos merecemos estar en pedo
Todos merecemos estar en pedo
Todos merecemos estar en pedo
estar en pedo
estar en pedo